10 de febrero de 2012

Un mundo distinto ( 46 )

Novela: Un mundo distinto Capítulo: Nº46 "Enfrentar(los)"

Xxx: dale Mariana! –me zamarreaba de un lado a otro.

Lali: no, no pienso ir Candela –me tapé la cara con la almohada- no quiero ir.

Cande: Ya te paras! –no moví ni un dedo para obedecerla- enserio no te vas a mover? –negué- bueno, voy a tener que llamar a Juani para que te despierte ahora que estas toda despeinada, y con ese pijama de vieja –¡qué buena amenaza! Juan Ignacio es el hermano de Cande, tiene 22 años y siempre fue mi amor platónico. Es muy lindo y muy bueno, músico y pintor, tierno, y muy inteligente, pelo castaño, músculos de tres veces por semana gimnasio, ojos café, es un chico perfecto. Obviamente jamás iba a pasar nada, pero igual como una adolescente quería verme bien frente a él, así que sin otra opción me paré para que no me vea en ese estado. Me paré y me cambié con el uniforme. Claro, no quería ir al colegio. No quería ver ni a Nicolás, ni a Peter, ni a papá (que según el mensaje que me dejó mi mamá en el celular iba a buscarme al colegio). ¡No quiero! Aún no estoy preparada para enfrentar todo esto. Y aunque lo repetí muchas veces para que Candela me escuche y me entienda, ella hizo oídos sordos y me obligaba a bajar a desayunar. Así lo hice, desayuné leche chocolatada con medialunas y preparé mis útiles para ir al colegio, y subí al auto de Juani. Él siempre lleva a Cande al colegio, ya que de ahí se va a trabajar y queda de paso, una suerte que se lleve tan bien con el hermano. Me encantaría llevarme así con el mío, o que por lo menos me escuche. Cuando llegamos al colegio y entramos, sentí varias miradas sobre mí, pero no eran iguales a las miradas de antes, ahora no me miraban porque Mariana Espósito llegaba, la ‘deseada’ llegaba. Ahora me miraban con un dejo lástima, o de enojo, me miraban como la que engañó y como la que había sido engañada. Cuando entré al aula me sentí observada también, y no solo por mis compañeros, sino también por mis amigos, esperando algo de reacción tras la mañana de ayer. Él no había llegado, era muy temprano todavía. Apenas entró mi corazón se aceleró, parecía que tenía taquicardia y que iba a explotar de tantos latidos, no me miró a los ojos (ni a los míos, ni a los de nadie) y se sentó en el lugar de siempre. Candela lo notó y me abrazó de costado susurrando un ‘todo va a estar bien’. Cuando sonó el timbre me senté con Benjamín y le dimos la bienvenida a la profesora, para aburrirnos un poco con la clase de Construcción Ciudadana. Le conté todo lo sucedido a mi amigo, confidente, y temporal compañero de banco, y se lamentó por la historia. El recreo fue normal, no tuve contacto con ninguno de los dos (ni el rubio, ni el morocho) y estuve todo el tiempo con mis amigos que evitaban el tema a toda costa intentándome levantar el ánimo. Las clases en verdad no existieron para mí de la poca concentración que poseía en el momento, gracias a notar la cabellera de Peter a dos bancos del mío, ¿Cómo concentrarme? Pensaba cada segundo que podía hacer, y sacaba hipótesis propias sobre lo que había pasado con Peter. No sentí el timbre de salida, Benjamín me tuvo que advertir de este, y comencé a guardar los útiles en mi mochila. Cuando me dí vuelta Peter ya no estaba, y suspiré, por una parte decepcionada. El color de mi piel volvió a mí cuando al salir no lo ví a mi papá, y noté que hoy no había enfrentado a ninguno de los tres hombres que hicieron de mi vida una bola de conflictos. Agustín se acercó a mí y me abrazó por un costado.

Lali: Y Cande? –claro, vivía con ella y no la encontraba. Había salido disparada apenas sonó el timbre de finalización de clases, sin avisarme nada.

Agus: ni idea, vamos un rato a la plaza?

Lali: pero yo tengo que ir a su casa, Agus.

Agus: por eso, hacemos tiempo ahí en la plaza, y de paso me contas que anda pasando por esa cabecita –asentí y comenzamos a caminar las dos cuadras que nos llevaban a la plaza. El me abrazaba por el cuello, y yo por su cintura, era una situación muy tierna porque escuchaba cada letra, sílava, palabra, oración, y párrafo que decía, no se perdía ni una parte de la historia, y me atendía bien atento. Nos sentamos en un banco de la plaza y me convidó unas galletitas ‘Sonrisas’ que había comprado en un quiosco. Cuando terminé la historia que estaba viviendo quedó atónito por la parte de mi papá y mi hermano, ya que se conocían hace mucho porque Agustín es mi amigo desde siempre, quiso pegarle una trompada a Nicolás por haberme engañado y lo detuve, pero sin embargo no se asombró cuando le conté que me había enamorado de Peter- se te notaba en los ojos, chiquita –sonreí- se notaba a kilómetros que ese chico te atraviesa la cabeza –sonreí de nuevo al acordarme de cuanto amo a Peter, y me brindó su apoyo y algunos consejos. En síntesis, éste fue un día especializado en pensar, pensar antes de actuar, pensar en lo sucedido en el pasado, y en mis reacciones futuras. No los enfrenté hoy, a ninguno de los tres, porque el destino no lo predijo. Pero como dice Agustín “Estoy seguro que vos vas a saber que hacer en ese momento” y eso espero.

Continuará...

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